viernes, 2 de noviembre de 2012

Capítulo Dos




Roxie

Nueva vida.

Me desperté de golpe, aturdida, al no sentir la calidez de mis sabanas; hasta que me di cuenta de que estaba en el suelo, me había caído durante la noche. Me levanté para mirar la hora en el reloj de mi mesita, eran las siete.
Mi madre apareció por la puerta con cara de preocupación:
-¿Estas bien, Roxie? He oído un ruido y...
-Estoy bien, mamá.- le corté.
-Pues si estas bien, date prisa o llegaras tarde en tu primer día.
-Sí, mamá.
Mi madre salió de la habitación cerrando la puerta tras de si. Odiaba ser la nueva, todos tienen una idea equivocada de mi. Me decidí a buscar el uniforme de mi nuevo instituto. No recordaba donde lo había puesto, así que busque de bajo de la cama. BINGO!, ahí estaba. Saqué la bolsa en la que se encontraba el uniforme y la puse en mi cama, este estaba compuesto por una falda a cuadros azul, a juego con la corbata, una camisa blanca y una chaqueta negra. Dejé la ropa estirada en la cama y fui al baño a lavarme.

Al salir del baño me vestí, la falda y la camisa me quedaban perfectas. Me puse un cinturón negro a la cadera. La corbata no me había quedado muy bien, de todos modos me sentaba mejor así floja. Busque  calcetines largos y los zapatos. Me acerqué al espejo a mirarme, ahora de apariencia dulce y delicada.  Un poco más alta que el año pasado, aproximadamente un metro sesenta. Mi pelo castaño claro, largo y liso cae en una bellísima cascada sobre la espalda, moviéndose al más mínimo soplo de viento terminado en unas llamativas puntas rojas. Habitualmente recogido en una trenza suelta del lado izquierdo. Ojos color verde están moteados de un débil azul. Tez clara. Nariz pequeña y respingona. Labios carnosos. Dientes perfectos, blancos, pequeños y dispuestos en filas, ya que hace  2 años llevaba parato.
Cogí mi chaqueta y la mochila y salí de la habitación. Bajé las escaleras de dos en dos, y entré en la cocina a desayunar. Me preparé un ccapuccino, dos tostadas con mermelada y mantequilla, un vaso de zumo de naranja y cogí una manzana para el camino. Mientras desayunaba mis padres entraron en la cocina.
-Vamos, Roxie. Date un poco de prisa o llegaras tarde.
-Mamá, es la segunda vez que me lo dices. A parte, que importa, que llegue tarde en uno o dos meses nos volveremos a mudar.
-La verdad es que...-mis padres se miraron-. Diselo tu que yo no puedo.
-Lo que quiere decir tu madre, es que esta vez, no nos vamos a mudar durante un tiempo, para ser exactos hasta que te gradúes.
-¿¡Quéeeee!? -grité saltando de la silla, y dándole un abrazo a los dos.
-Bueno, tu madre va a estar un tiempo sin trabajar por tu hermana y yo tengo trabajo fijo en Durham.
-Gracias, gracias, gracias -no pararía de repetirselo, estaba tan agradecida.- Os quiero muchísimo.
-¿Te darás prisa ahora? -pregunto mi madre, con tono burlón.
-Sí.
Ambos salieron de la cocina, y se instalaron en la biblioteca y en el salón. Acabe de desayunar y salí de casa dando saltitos de la alegría. Me pare en seco, cuando sentí que alguien me observaba. Había un chico que salia de la casa vecina. Al darse cuenta de que le estaba mirando, aparto la vista y paso rápido por delante de mi casa. Le seguí con la mirada hasta que desapareció por el callejón.
«Que raro, pero no me importa nadie me va a estropear el día», pensé.
Mis padres había escogido una calle muy poco transitada, no les gustaba el ruido y querían intimidad, aun que a mi diferencia yo odiaba que fueran una modelo y un fotógrafo famosos, gracias a eso todos se inventaban rumores sobre mi personalidad y la de mis padres, y por eso, hace unos años me había empezado a comportar de una forma arrogante y mal humorada. Aún que estaría en el High School White  Rose el suficiente tiempo para darme a conocer tal y como soy.

Casi había entrado en el instituto, desde que entre en el recinto todos me seguían con la mirada y hablaban sobre mi. Definitivamente los odiaba a todos. En la entrada me esperaba el director, era un hombre bajito, gordo y calvo, perfecto esos eran los que peor les caía, vaya suerte la mía.
-Por aquí, srta. Williams -me indicó el director y le seguí-. Bienvenida al High School White Rose, espero que no tenga ningún problema -se paro en una puerta de color verde, llamo y entro.- Buenos días, sra. Ross y alumnos, esta es Roxanne Williams y será vuestra nueva compañera este curso, espero que os portéis bien con ella.
El director se fue, y la sñr. Ross, me indicó que me acercara.
-Bienvenida Roxanne, yo voy a ser tu profesora de inglés, espero que nos llevemos bien, por el momento te sentaras al lado de Eric Stone -dijo señalando mi sitio.
«Mierda, es el chico de antes», pensé mientras me sentaba y sacaba mi estuche, la libreta y el libro de inglés.
-Muy bien, chicos. Comencemos la clase. Abrir el libro por la página 12.

Al fin se acabaron las clases, vaya infierno. Eric y una chica de detrás no paraban de mirarme, lo que más me sorprendió fue que la clase se olvido de mi un rato cuando a quinta hora nos pusieron una película.
Cuando iba a doblar la esquina que daba a mi calle, alguien me me llamo. Me di la vuelta y vi a Eric corriendo, era algo digno de ver parecía un pato. Me detuve a esperar a que me alcanzara.
-¿Qué tal tu primer día? -pregunto con una sonrisa.
-Bien -dije secamente.
-Me alegra oír eso -otra vez sonriendo-. Si aún no has escogido ninguna actividad deberías pasarte luego por la clase de música, están formando un grupo, son bastante buenos pero les falta una cantante -ya sabía por donde iba y no me gustaba nada-. Ayer te oí cantar y creo que tienes una voz increíble...
-Gracias, pero si no me vas a decir nada interesante, mejor callate -le interrumpí.
-Pero...
-Adiós, Eric -Dije entrando en casa y cerrando la puerta tras de mi.
Entre en mi cuarto y me tire en la cama con la cabeza en la almohada. Había conseguido lo que menos quería, me había puesto muy arrogante, cuando yo no era así. A parte de eso, había sido con Eric, el primero que se había preocupado por mi, aun encima era guapísimo. Totalmente mi tipo. Su aspecto despistado era muy engañoso con rasgos angulosos. Eric era alto para su edad y delgado. Su pelo rubio estaba desordenado, daba la impresión de que no lo peinaba. Su piel era clara y en ella resaltaban sus preciosos ojos verdes moteados de marrón, que enamoran a todas las chicas. Nariz respingona. Labios finos y pálidos, curvados en una sonrisa maliciosa que esconde unos dientes prefectos, blancos y pequeños.
Me levanté de la cama y me cambie de ropa, me puse mi pijama, este era una camiseta larga de color negro que ponía “smile” un poco punk y de color rosa fosforito, un pantalón corto y unas medias largas a rayas de colores. Me hice un trenza de lado izquierdo.
Bajé a la biblioteca, aun que más que libros había albunes de fotos, mi padre le hacia fotos a todo, desde una mesa hasta una vaca, literalmente, cuando fuimos de vacaciones al campo le saco fotos a todas las vacas, busqué el libro que estaba leyendo, Canciones para Paula, me senté en el sofá y empecé a leerlo, y me quedé dormida.